En esta novela que gracias a un diálogo interior permanente de la protagonista, Sonsoles y Sor Teresa de Ávila —una de las más influyentes pensadoras de la iglesia católica y que vivió en el siglo XVI— Camila Reimers nos permite seguirla en una búsqueda que dura toda la vida de la protagonista. Consta de cinco bloques fundamentales, los años de novicia, su emparejamiento con un militante comunista, sus años de meditación y exploración, su matrimonio pequeño burgués y la significativa visita a Ávila.
Estos bloques no son necesariamente los que la autora usa para ordenar la novela, ella organiza la trama en siete sitios llamados Moradas y que son ambientes poblados de puertas a salas que tienen como objetivo sorprender, algo que la autora logra ampliamente.
A poco andar nos encontramos con una inocente y tierna historia de amor, después que Sonsoles tienta sus pasos fuera del convento. La época es los ingenuos años de Chile, pre-Allende y de los aciagos días de Pinochet que terminarían quebrantando esa inocencia.
Sonsoles conoce a René en sus años de estudiante de Medicina en la Universidad de Concepción. René, militante comunista, logra dar otro sentido a la vocación de Sonsoles a través de trabajos voluntarios en Lota y sus conversaciones sobre marxismo. Situada al final de los años sesenta, la autora grafica con extraordinaria veracidad las vivencias de los estudiantes de la época y lo que se llamó la “concientización”. Sonsoles se rinde a los encantos de René y la experiencia de su trabajo con los mineros del carbón y sus pobres familias
El relato no es lineal ni siempre cronológico, porque como decíamos, se vale de las conversaciones con Sor Teresa, que contesta en un español antiguo, aunque no desprovisto de cierta cercanía, cierta camaradería e intimidad propias de una conversación con una amiga o compañera de curso. Cada segmento representa un cuento que a su vez encaja mágicamente con el resto, como piezas de un rompecabezas y que vienen a conformar un todo no siempre feliz.
La protagonista cuenta memorias que se dicen sin prisa, pero que inyectan una sensación de inminencia inexorable, una sensación de que algo va a ocurrir, aparte de ciertas esperadas revelaciones, algo va a suceder, y pronto. Durante las primeras Moradas, Sonsoles declara: “Lo que sí sé es que al recorrer varios de esos cuartos empecé a sospechar quién era la mujer mayor de las fotografías”.
Camila Reimers no le teme a lo erótico, ya sea en ambientes íntimos y prohibidos o castizos y pulcros donde es capaz de seducir y encantar, ni tampoco a aventurarse en detalles históricos, como La Inquisición o más recientemente el debacle de Chile a partir del golpe.
Hay guiños críticos a las prácticas del claustro o de asistir a la iglesia, Teresa dice: “la mayoría de las veces no me escucha que el lugar sagrado se encuentra donde pisas y que no es necesario enclaustrarse.”
La autora logra una intimidad necesaria con el lector —aparte de los temas que aborda— en una puntuación económica y directa, los diálogos son casi siempre un monólogo, una corriente o flujo de conciencia. No hay rayas, guiones ni espacios, ni punto aparte entre locutor e interlocutor. Todo en primera persona, incluyendo las voces ajenas a la de la protagonista.
No pude evitar relacionar el siguiente texto:
“I once had a girl, or should I say she once had me.
She showed me her room, isn’t it good Norwegian wood.
She asked to stay and she told me to sit anywhere,
so I looked around and I noticed there wasn’t a chair.
I sat on the rug.”
Con:
“Te esperaba, dijo él, y yo le creí. Su cama en el suelo estaba cubierta de cojines de colores. Me senté en uno sin separarme de aquellos inmensos ojos negros que habían cambiado mi mundo.”
Digamos brevemente que distinto a Sonsoles, Lennon pasó la noche solo durmiendo en la tina de baño.
Y tal como Los Beatles y su viaje a la India que invitados por Maharishi Mahesh Yogi en 1968, parten a la india a aprender Meditación Trascendental, Sonsoles parte a Mumbai en busca de respuestas, a meditar, pero fundamentalmente tras Gurú-B, el enigmático y atractivo maestro de ojos negros de tamaño industrial, que había conocido en un retiro en Santiago de Chile.
Gurú-B le enseñó los “secretos del Tantra impermutables a través de los siglos: El deseo es lo que mueve al mundo” y había aprendido “a utilizar el deseo para comprender la vida”. Este mensaje, sumado a ciertas licencias que como gurú, se tomaba el maestro son fundamentales para entender una de Las Moradas.
Nuevamente Lennon y McCartney surgen, aunque ya no es novedad porque la novela y la música de Los Beatles son además contemporáneas. En una importante y reveladora misiva de Gurú-B a Sonsoles, dice: “Nada de lo que ves es la verdad sino una mentira proyectada, el sexo es solo el principio, no el fin. Pero si te pierdes el principio, ¿cómo llegarás al final?”
“Let me take you down, cause I’m going to strawberry fields,
nothing is real, and nothing to get hung about.
Strawberry fields forever!”
De vuelta a Chile asume la vida de una profesional llena de todas las vicisitudes de ser madre con hijos pequeños: correr a clases de natación y ballet para los niños, lidiar con la nana y los horarios horrendos del hospital.
Además de la lúcida narración de los devaneos existenciales, humanos, de conciencia, y de vocación religiosa, de paso alude sin exacerbar la división quizá infranqueable y el quiebre de una nación. Refiriéndose a la gran crisis de Chile, como telón de fondo, casi incidentalmente, pero con sagacidad, maestría y economía de subterfugios, y que dan contenido a la búsqueda de Sonsoles, esta búsqueda y el castillo azul son el leitmotif de la novela y que se personifican una vez más en otro amor, esta vez un afable y exitoso doctor mayor, momio y que en los infaustos días de Chile resultó ser un gran aliado defensor de Pinochet. Este período la aleja de la meditación y sus llamados. Esta es la única parte del libro en que la palabra Cárcel, en el título tiene su representación.
La alusión a Conventos es evidente como en los días de novicia y en la comunicación con Sor Teresa, y Castillos, incluyendo el aludido castillo azul, que aparecen en todo la novela, figurados o reales y que serían el lugar metafísico donde estarían Las Siete Moradas, aspecto clave en la estructura de la novela.
En un monólogo anterior de Sonsoles, entre una relación y la otra, cuando los ánimos de búsqueda flaqueaban, cuenta:
“Quise buscar a Dios y las monjas me alejaron de él, quise ayudar a los pobres y terminé cantado La Internacional, quise comprender el alma del ser humano pero Gurú-B me alejo de mi propio ser.”
Baste decir que ni la batalla ni la búsqueda han concluido aun.
En esta novela, como se ha dicho antes, más que la llegada a la meta es el camino, la búsqueda los que llevan al lector de la mano. Este recorrido compele al lector a seguir la trayectoria, sabemos que no hay una respuesta fácil a las inquietudes existenciales o espirituales. Nos mantenemos atados a la lectura no en espera de las respuestas sino atentos al granado acontecer de la protagonista. Una novela que sin miedos ni tapujos nos muestra el trayecto de una mujer inquieta, mujer audaz, mujer noble. Énfasis en el concepto MUJER, en toda una vida.
No pude evitar las comparaciones con la pluma de Paolo Coelho, aunque la protagonista me pareció mucho más terrenal, más cerca de cualquiera de nosotros. Lindo los viajes espirituales, hermosas visiones, pero igualmente importante son las necesidades de intimidad corporal y los cariñitos recibidos de mañana con cara sin afeitar. Me hizo pensar en el cuento de una conocida escritora chilena que celebraba su término de ayuno vegetariano degustando una dorada pata de pollo, y como no pudo aguantar, concluyó comiéndose el pollo asado entero.